Cuando,
como entrenadores deportivos infantiles, asumimos el reto de guiar a un grupo
de niños y niñas en sus primeras etapas de acercamiento al deporte, debemos afrontar
dicha tarea con una enorme responsabilidad educativa.
Cualquier
gesto, expresión, consejo u opinión que lancemos a nuestro pequeño y curioso
público, será absorbido de inmediato por sus mentes inquietas. Unas mentes en
pleno desarrollo, cuya personalidad y características definitivas estarán
tomando forma justo en el período en el que vamos a interactuar con ellos.
Por
tanto, más que en ningún otro momento de nuestra carrera profesional, deberemos
ser capaces de planificar hasta el más mínimo detalle de los entrenamientos,
charlas, partidos y actividades sociales que vayamos a desarrollar en su
compañía.
El entrenamiento psicológico, un complemento esencial
Las
valiosísimas aportaciones que la comunidad científica ha realizado en el campo
de la preparación deportiva, han transformado por completo, en los últimos
veinte años, tanto la metodología de trabajo, como las variables que se tienen
en cuenta, a la hora de encarar la puesta a punto de un deportista.
Especialmente si se trata de aquellos que se acercan por primera vez a la
realización de ejercicios físicos programados y vinculados a la competición.
En la
actualidad, al cuidado del talento y la mejora de las habilidades técnicas,
tácticas y físicas de los más pequeños, se ha añadido un compañero de viaje al
cual se le otorga un valor primordial en lo referente a su capacitación
personal: la adquisición de aptitudes y destrezas psicológicas que les ayuden a
ser personas y deportistas más inteligentes, autosuficientes y capaces de
valorar su desempeño, y las situaciones que les rodean con objetividad y
realismo.
Precisamente,
nuestra primera misión en el puesto de entrenador, debería centrarse en la adquisición
de los conocimientos psicológicos necesarios para poder conducir acertadamente
el aprendizaje de los niños y niñas que se encuentran bajo nuestra tutela.
No se
trata de que estudiemos la carrera de psicología, pero sí que tendríamos que
esforzarnos en formarnos adecuadamente o, al menos, de incorporar a nuestro
equipo de trabajo, alguien versado en conocimientos de psicología deportiva y,
a poder ser, con dotes para la docencia infantil.
¿Por qué resulta tan importante el entrenamiento psicológico de
los más pequeños? Las respuestas a este interrogante son prácticamente
infinitas, pero hay dos conceptos que sobresalen de modo razonable en el
conjunto de variables a considerar:
? La Autoestima
Cuando
entrenamos a niños y niñas, pasamos a convertirnos en una de las figuras más
importantes en la consolidación de su identidad personal. Aunque, a medida que
vayan creciendo y se vayan relacionando en los diferentes sistemas y contextos
sociales que le afecten (familia, escuela, amigos…), van a ir adoptando
roles y comportamientos diferentes, adaptados a cada caso particular, siempre
habrá en ellos un núcleo estable de valores, creencias e ideas matrices que les
conducirán a lo largo de la vida.
Son esos
pilares de la personalidad los que se van a ir moldeando, en parte, por la
interacción que van a experimentar con nosotros, la figura de su entrenador. Y
en esta tarea, juega un papel muy importante la capacidad que tengamos para
ayudarles a desarrollar unos niveles altos, realistas y objetivos, de
autoestima. Un futuro adulto, mental y deportivamente sano, depende en gran
medida del acierto en esta materia concreta de la enseñanza.
La
autoestima está compuesta por dos contingencias complementarias. La primera de
ellas es la confianza que los niños tienen en sus propias capacidades
deportivas. La segunda, de una relevancia crucial en el comportamiento de
cualquier ser humano, es la valía personal o, lo que es lo mismo, el grado de
respeto que los niños tienen por su propia persona.
Si
leemos con atención el párrafo anterior, no nos será difícil detectar, una vez
más, la enorme responsabilidad que hemos asumido al aceptar una parte destacada
de la preparación de nuestro equipo deportivo infantil.
Y lo que
es más trascendental: si comprendemos que el objetivo principal de nuestro
trabajo es aportar nuestro granito de arena en la construcción de personas que
crean en sí mismas, y se acepten y respeten tal y como son, será mucho más
fácil que nuestra planificación de trabajo anual incorpore matices y variables
que trasciendan sin reparos los tan habituales y extendidos enfoques de
entrenamiento basados, desgraciadamente, en la obtención de títulos y victorias
por parte del equipo.
? La Motivación.
Si los
motivos son aquello que tiene capacidad para hacer que nos movamos en una
dirección, la motivación es, simultáneamente, el proceso completo en el que
desarrollamos ese movimiento y la propia acción de avanzar y actuar con una
finalidad.
Nuestros
pequeños pueden confiar en sus posibilidades y respetarse adecuadamente, pero
también necesitan unas metas estimulantes que les hagan creer en el valor de la
actividad deportiva que desarrollan, así como unas técnicas psicológicas adecuadas
que les ayuden a gestionar, de modo óptimo, los altibajos que se experimentan
en el camino hacia los objetivos fijados.
En este
punto de nuestro análisis sobre los aspectos claves que debemos atender como
entrenadores de un conjunto deportivo infantil, tenemos que interiorizar
profundamente esta piedra angular, sobre la que deberán girar todas nuestras
actuaciones futuras.
Es el
momento de decidir cuáles van a ser esas metas que trataremos de plasmar en el
escenario de aprendizaje y vida de nuestros jóvenes pupilos. No van a ser una o
dos finalidades específicas, sino todo un conjunto de propósitos de vida que
irán conformando una parte muy importante de la razón de ser de las futuras
generaciones.
A tenor
de los estudios realizados por los expertos en psicología deportiva, es nuestra
obligación trasladar desde estas líneas la enorme significación que, para el
desarrollo adecuado de los pequeños deportistas, tendrá el hecho de que tanto
el disfrute en la práctica deportiva, como la calificación de la mejora
personal basada en la superación de los propios límites, tengan un peso
considerable en el diseño de ese horizonte ideal que queremos dibujar para
ellos.
Detección de las variables psicológicas infantiles a influenciar
Sin duda alguna, uno de los principales problemas que el enfoque
psicológico aplicado al deporte, no sólo infantil, debe superar, es el de la
falta de coherencia que existe, en numerosas ocasiones, entre las variables
psicológicas, que queremos corregir o modificar en nuestros deportistas, y las
técnicas que aplicamos para ello.
La
mayoría de nosotros, entrenadores y técnicos deportivos, tenemos algunas
nociones sobre la visualización mental de imágenes y acciones relacionadas con
el desarrollo del juego y la competición, la realización de cuestionarios y
entrevistas personales, o la aplicación de los incentivos y castigos para la
orientación conductual… sin embargo, y es hora de realizar un examen de
conciencia personal profundo y sincero, en muy pocas ocasiones podríamos
defender con sólidos argumentos psicológicos la utilización de estas
herramientas, a nivel individual y grupal, en un equipo infantil. Y esta es la
clave de todo el proceso.
Entonces,
¿cómo podemos encarar este tipo de decisiones para tratar de conseguir la
máxima eficiencia en el desarrollo personal, deportivo y psicológico, de
nuestros niños. gracias a las técnicas y estrategias que pongamos en práctica
en el día a día junto a ellos?
Aun no
siendo unos grandes expertos en la materia psicológica, existen dos pautas de
actuación que los entrenadores no podemos descuidar bajo ningún concepto:
?
Detección de las variables psicológicas sobre las que vamos a trabajar.
Al igual
que variamos los trabajos físicos para orientarlos hacia la mejoría de la
resistencia, la fuerza o la velocidad, en psicología debemos identificar de
antemano los aspectos que queremos fortalecer para, posteriormente, informarnos
con detalle (siempre que no seamos unos psicólogos deportivos experimentados)
sobre cuales son las técnicas que mejores resultados obtienen en cada
situación.
Resulta
determinante que, en nuestro papel de entrenadores, comprendamos la existencia
y la naturaleza de estas variables psicológicas que, además, nuestros pequeños
están empezando a experimentar poco a poco. La ansiedad, el nerviosismo, el
miedo, la motivación, la confianza, la autoestima, la euforia, la
autoprotección frente a las agresiones del medio externo y social en el que
evolucionan… todas estas variables, y muchas otras, están empezando a
moverse en el interior de los niños y niñas que vemos corretear a nuestro
alrededor incansablemente.
Debemos
estar dispuestos a mejorar nuestros conocimientos sobre las mismas, así como
también sobre la manera de educar a los más pequeños en relación a su correcto
control y gestión personal. En juego está la cimentación de sus futuras
personalidades.
Aunque
pueda provocarnos cierto temor el enfrentarnos a una esponsabilidad tan grande,
lo cierto es que nos encontramos ante una extraordinaria oportunidad de
convertir a estos niños, a través del deporte, en gente capacitada,
autosuficiente, objetiva y con un gran control mental sobre todas las áreas de
su vida y su fisiología… merece la pena esforzarse por conseguirlo.
? La
voluntariedad y el entrenamiento integral como aliados de la mejora psicológica
de los niños.
Quienes
son padres lo saben mejor que nadie: no hay mejor manera de educar a los hijos
que logrando que participen por propia iniciativa, incluso sin darse cuenta, en
aquellas actividades que les proponemos, para ayudarles a adaptarse y
comprender el mundo que les rodea.
En el
deporte sucede exactamente lo mismo. Si conseguimos plantear tareas psicológicas
que les hagan disfrutar, que les supongan un reto equilibrado entre la
dificultad que presentan y sus habilidades personales y, por encima de todo,
que se encuentren totalmente integradas en la actividad deportiva que tan
felices les hace, podemos estar seguros de la obtención de unos resultados
satisfactorios, respecto a los objetivos que nos hayamos marcado.
Evidentemente, no siempre podremos trabajar cada variable
psicológica por medio del refuerzo positivo o del incentivo negativo, (por
poner algunos ejemplos), que tan fácilmente se pueden incorporar a los
entrenamientos físico-técnicos. Habrá situaciones en las que debamos habilitar
sesiones psicológicas específicas. Cuando esto ocurra, jamás debemos obligar a
participar en ellas a los niños que no quieran hacerlos. ¿Por qué razón? Porque
una mente reacia a una tarea, jamás nos aportará los datos relevantes que
necesitamos, para abordar la mejoría psicológica que tratamos de alcanzar. Será
el momento de buscar un camino alternativo para lograr ganarnos la confianza de
los pequeños más esquivos y que, a medio plazo, accedan con gusto a formar
parte de este tipo de sesiones.
Gracias
a todos los avances experimentados en el ámbito de la psicología, los
entrenadores deportivos infantiles tenemos la oportunidad, y la obligación, de
incorporar los ingredientes psicológicos más adecuados a nuestra receta
formativa particular. Si lo hacemos, estaremos aportando un granito de arena,
de enorme valor, a la educación y el desarrollo de los niños y niñas que,
llegado el momento, se convertirán en personas y deportistas de provecho.
Que esas
personas, ya adultas, sientan nuestro sello educativo impreso en su interior será
para nosotros una recompensa mucho más gratificante que cualquier campeonato o
partido que hayan podido conquistar a los ocho años de edad.
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