sábado, 15 de septiembre de 2012

Tres bellvillenses en la selección

Por David Picolomini
Con la sorpresiva (y muy merecida) convocatoria del seleccionador Alejandro Sabella al goleador bellvillense Hernán, “Nano”, “Pirata”, Barcos, de inmediato, toda la afición futbolera, y por que no decirlo, hasta las atareadas amas de casa locales, reabrieron la vitrina de los ídolos populares para establecer un inmediato parangón con el insuperado Mario Alberto “Marito”, Matador”, Kempes, remembrando su glorioso paso por la selección nacional de fútbol.
Se compitió en profundos lances de memoriosos, se apostó a ver quien tenía la referencia más análoga entre ambos romperredes implacables y hasta se ilustró sobre la difícil comparación de épocas de actividad de los dos campeones.
Siempre fueron dos los convocados a la gloria, a la cita mayor con la que soñaba el mismísimo Diego Maradona, hasta que, el cuartetero Rodrigo, se la consiguió.
No obstante, desde el fondo del profundo y colmado salón de la fama, una tenue vocecita se escuchó... Como sucedía en los hilarantes relatos que enhebraba Alberto Cognigni, entrenándose para jugar en la primera de Hortensia...
Esa lejana voz que provenía de la historia, reclamaba un justo lugar entre los destacados... y no lo obtenía, en estos días de dicha comunitaria, provocada por la aparición en las letras de molde porteñas y cordobesas, del hidalgo prestigio de los foot-players nacidos o criados en la ciudad de Bell Ville, cuna de la pelota callada, sin boca.
“Un viejito allá en el fondo -hubiera o hubiese dicho, el “Gringo” Cognigni- recordó que, antes de la convocatoria al combinado argentino, para disputar eventos de carácter internacional, de Kempes y Barcos, vistió la casaca celeste y blanca tan deseada, otro paisano de estos pagos, un tal Nelson López...”
¿Quién era Nelson López?
En efecto... Nelson Juan López, nació el 24 de junio de 1941, hijo de una familia de costumbres modestas, compuesta por sus padres y una hermana menor. Cuando Nelson cumplió los cinco años, el grupo decidió radicarse en Capital Federal, dado que la ilusión recién despertada del primer peronismo, atraía y seducía demasiado a las castigadas esperanzas de los provenientes del interior del Interior. Hacia allá fueron los López, a comenzar una nueva historia.
Si bien el desarraigo carcomía los bordes del recuerdo bellvillense, los López se las arreglaban para, de año en año, darse una vuelta por el pago para visitar a las amistades y a la parentela, que les auguraban un destino de fulgores.
No se equivocaron demasiado. El pibe, aquel changuito que correteaba a los tumbos por las cunetas de la Gerónimo del Barco, ahora, ya adolescente, se moría por pegarle a una pelota, igual a la que cosía, noche y día, todo el vecindario de su pueblo.
Su padre, deslumbrado por el berretín de su hijo, lo acompañó a alguna práctica en River Plate, esas, a las que un comedido te avisa que probarán nuevos valores.
Y Nelsito quedó... O, sea, lo incorporaron a las divisiones inferiores del club “de la banda roja”, ya que, aun no era el “millonario”, por que todavía no lo habían comprado a Roberto Matosas, en 33.000.000 de pesos.
Un buen día, cuando contaba ya con 20 años, le tocó el debut y no defraudó... Hecho un fornido defensor de hacha y tiza, había que traer la recomendación de algún influyente, para pasar por su callejón de marcador de punta izquierdo.
Alcanzó a disputar siete partidos en la primera del River, que comenzaba a sentir una sequía que desconocía, desde los gloriosos años cincuenta. Por eso, había que romper el chanchito y contratar grandes luminarias que calmaran esa sed que, domingo a domingo, padecía la parcialidad de Núñez.
Por ello, su tenacidad se mudó a Rosario, al Central del “flaco” Menotti y del “gato” Andrada, en 1962.
A partir de 1963 comenzó un período de 16 temporadas en las cuales Banfield permaneció en primera división. En los primeros cuatro años el “Taladro” hizo excelentes campañas. López fue convocado para esa tarea junto a José Francisco Sanfilippo.
La suerte, su tesón, su férrea marca, o sencillamente su parquedad, obraron para que el inefable, Juan Carlos “Toto” Lorenzo, lo convocara para integra la selección nacional, en 1964, con vistas a las eliminatorias que finalmente llevaran a la albiceleste rumbo a Wembley en 1966.
Allí junto a su estimado amigo y compañero Mario Chaldú, compartieron experiencias con monstruos como Roberto Perfumo, Carmelo “Cholo” Simeone, José Varacka, Silvio Marzolini, Roberto Ferreiro y Antonio Rattín, por nombrar solamente la última saga.
López jugó durante la etapa clasificatoria, pero, en Gran Bretaña, no pudo ingresar en ningún encuentro de la fase final, ya que la performance del excelente Silvio Marzolini, tranquilizaba los nervios de “Toto” Lorenzo, hasta la eliminación con Inglaterra.
El sólido defensor, continuó su carrera por Huracán, Internacional de Brasil, San Lorenzo y Atlético, los dos de Mar del Plata... Luego, lo habitual, una pequeña escuelita de fútbol y una fábrica de muebles.
Pero, lo que pocos bellvillenses saben, o conocen, es que los López, fieles al terruño, regresaban, de tanto en tanto, para actualizar el afecto y el cariño entre la barriada que los añoraba. Nelson, claro está, también adoptó como un ritual, el pasar a darse una vueltita por Bell Ville, ya casado y con tres hijas aporteñadas. Apenas se compró el Valiant II, cero kilómetro, se largó para Carlos Paz y no dudó en sacarse la consabida foto en el Parque Tau, para dar testimonio de su orgullo.
El 17 de enero de 1970, cuando Nelson Juan contaba 49 años, se encontraba acompañando a su padre que convalecía en una clínica, afectado de una crisis coronaria. Sentado junto al lecho de quien lo guiara en esas frías mañanas de entrenamiento, con la novena, con la octava y, hasta con la reserva de River Plate, el hombre que escuchara rugir al león inglés desde cerca, cayó fulminado por un infarto de miocardio.
Poco tiempo después, su padre no quiso dejarlo solo en su nuevo destino y se fue con él, con su madre y un rato después, su joven hermana.
Hoy todos vuelven a vivir, en el recuerdo de los buenos bellvillenses y en el deseo del Nano Barcos de jugar un mundial, como Nelson.
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