MOISÉS RODRÍGUEZ | .-
Ya hace horas que ha oscurecido en Leones,
pequeña localidad de la provincia de Córdoba. Remigio decide no esperar
más. No es que esté preocupado, porque sabe de sobra dónde está su hijo y
a qué dedica su tiempo ese jovenzuelo espigado. Poco más tarde, pasada
ya la medianoche, está de vuelta con Mauricio, que en el camino hacia
casa no ha dejado de hablar sobre fútbol.
Remigio recuerda
aquellos episodios con media sonrisa llena de nostalgia, pero también de
orgullo. Porque Remigio es el padre del Flaco, de Mauricio Pellegrino,
de ese chico de campo que emigró sin parpadear a la ciudad para
convertirse en zaguero de Vélez, cruzó el charco para triunfar en el
Valencia y ahora vuelve a atravesar el Atlántico en busca de fortuna,
esta vez como entrenador.
Con tanto trasiego, el Flaco ha pasado
poco tiempo en su Leones natal, pero no olvida los orígenes. Sus inicios
en el modesto Club Sarmiento. «Empezó a jugar con los chicos a la
pelota en la calle. En mis tiempos eso era impensable, porque no
teníamos ni para una pelota. Yo hubiera sido mejor que él», bromea
Remigio Pellegrino con el sano orgullo de un padre.
Ese padre al
que un día le tembló el pulso. Titubeó unos instantes, unos segundos en
los que la vida de Mauricio pudo cambiar para siempre. «Vino un
dirigente de Vélez a buscarlo y yo no quería dejarlo marchar. Era un
chico criado en el campo. ¿Cómo iba a desenvolverse en la ciudad?»
Remigio y su mujer, Silda Bonifacia, han vivido toda la vida de la
ganadería y la agricultura. Han criado cerdos y han cultivado maíz,
trigo –Leones es conocido como la capital argentina de este cereal– y
soja. En este entorno rural educaron a sus tres hijos, a Laura,
Maximiliano (actual futbolista de Colón de Santa Fe) y Mauricio.
Carlos
es uno de los mejores amigos de Mauricio. Jugaban a fútbol y compartían
cuadernos en los que ya hacían anotaciones sobre Educación Física. Pero
Mauricio empezó a escribir su propia historia a los 16 años. Aquel día
en que su padre dudó y el dirigente hizo una promesa a la familia
Pellegrino. «No se preocupen. Va a vivir en la Pensión de Vélez
Sársfield».
Mauricio hizo las maletas y se marchó a Buenos Aires.
No olvidará jamás sus orígenes rurales. Quizá por ello años después, en
el Valencia, haría buenas migas con Pablo Aimar, oriundo de la misma
zona. Y antes, en Vélez, en esa residencia de futuros valores, conocería
a Carlos Compagnucci.
«Enseguida hizo amigos y por ello no tardó
en adaptarse», comenta Bernardo Bécquer, exgerente de la Pensión de
Vélez, cuando se le pregunta sobre Pellegrino. «Es una brillante
persona, inteligente, responsable, un hombre de familia. Pienso que va a
triunfar. Se pasa el día mirando fútbol. Aquí se sienta entre la gente
en la grada y se abstrae, se concentra en el partido».
Los mayores
éxitos del Pellegrino futbolista se escribirían en Mestalla. Pero su
primera aparición en Buenos Aires permanece indeleble en la mente de
Remigio. «Saltó a la cancha y Ricardo Gareca, actual director técnico
(entrenador) de Vélez le tocó la cabeza. Veinte minutos después, escuché
a alguien que comentaba en la grada: ‘¡Miren a Mauricio, es figura!’ Su
debut es sin duda el recuerdo más bonito que tengo sobre su
trayectoria».
Pasados los 40 y después una carrera futbolística
aderezada con 15 títulos, Mauricio sigue siendo la misma persona.
Incluso conserva la misma figura (alto y delgado) que le convirtió en
defensa central a pesar de sus inicios como mediapunta en el Club
Sarmiento. «Cuando viene de visita, sale a correr una hora cada día»,
comenta su padre.
El deporte es una de las bases del estilo de
vida de Mauricio Pellegrino. Al ‘running’ hay que añadir las pachangas,
partiditos con los amigos en los que participa, resida en su Leones
natal, Buenos Aires o Valencia. Eso sí, intenta no jugar de defensa.
También es aficionado al pádel y anda en bicicleta.
De hecho, este
es su vehículo siempre que la distancia se lo permite. En L’Eliana
desean que su andadura por el Valencia sea exitosa como gratitud a unos
meses inolvidables. «Fue un honor contar con él. Si yo veía cinco cosas,
él percibía quince», comenta Juan Ramón Jimena, coordinador de la
escuela de fútbol de este municipio. «Trabajó en la tecnificación y su
aportación ha sido decisiva en los éxitos que hemos conseguido en los
últimos años. Hacía equipo».
Juan Ramón ve en Pellegrino la
capacidad de adaptarse. De dar la vuelta a una situación adversa.
«Teníamos un chico británico que había llegado a l’Eliana hacía poco
tiempo. Le costaba adaptarse por el idioma. Él aprovechó esto para que
el resto de chavales aprendiesen en inglés palabras del argot
futbolístico, como bascular o repliegue».
Siempre con un libro
En
casa estudia cualquier estadística. Por insignificante que parezca, la
tiene en cuenta. Usa su portátil y las bases de datos más sofisticadas.
Pero en el pasto, como llama él al césped, le basta con un trozo de
folio reciclado para realizar sus explicaciones. Mauricio Pellegrino es
puntual. Muy puntual. Llegaba al polideportivo de l’Eliana un cuarto de
hora antes de lo fijado. Siempre en su bicicleta y con un libro bajo el
brazo, habitualmente de fútbol o algún tema relacionado con la
preparación física.
Pero también lee sobre otros temas.
Cualquiera que intercambie unas palabras con él adivina que en ese
argentino aparentemente serio reside una persona culta, atenta a su
entorno. Por eso dicen sus amigos que prefiere no consumir novelas, sino
textos de periodistas y analistas, principalmente los especializados en
política.
«Ha leído a Jorge Lanata, un analista de política en
Argentina. Creo que el último fue ‘El Dueño’ (una biografía de Néstor
Kirchner), del periodista Luis Majul», rememora Laura, su hermana.
También amante del celuloide, Mauricio acudió a numerosas sesiones del
cine de verano mientras residió en l’Eliana. «Tiene los gustos de toda
persona introvertida: leer y escuchar música», comenta Bernardo Bécquer.
Y
los gustos de Pellegrino no pueden ser más diversos. «Recuerdo que
escuchaba rock duro. ‘Europe’ y grupos por el estilo. Pero también se
deleita con un recital de Serrat o con música popular», precisa Laura.
Viene de familia. «Mi padre entiende el deporte como un arte y él fue
futbolista. El gusto por la música le viene de mi madre. Le he visto con
una guitarra, pero no sé si era para tocarla o para guardarla en un
armario», bromea.
Igual era para atesorarla como reliquia porque
si por algo siente pasión Mauricio Pellegrino es por las cosas antiguas.
«Un día vino de Buenos Aires a Leones con un coche muy viejo que había
comprado. Mi padre le preguntó que para qué lo quería, pero él paseaba
con él por la ciudad, todo orgulloso». La hermana del nuevo entrenador
del Valencia también se vio sorprendida un día en que este le preguntó:
«Laura, ¿de dónde has sacado ese cofre tan bello?» Era un vetusto arcón
de madera restaurado.
Ese gusto por lo antiguo no se traduce en un
aislamiento del entorno. A Mauricio Pellegrino le interesa lo que
ocurre en el mundo y, sobre todo, tanto en el lugar donde vive como en
Leones. «Siempre está al tanto de cómo van las cosas por acá. Y se
conoce los nombres de todos los periodistas, los lee a todos», subraya
Laura.
Mauricio compra la prensa a diario, y si no la consulta a
través de internet. Esta es una herramienta vital para un hombre
absolutamente dedicado a su profesión. Ve partidos de fútbol en directo,
por la televisión y a través de la red. «Cuando nos reunimos a comer
asado, él siempre anima la mesa. Cuenta anécdotas que en su día pudieron
considerarse malos momentos, pero ahora nos reímos», comenta el
exfutbolista Fabián Ayala.
Dicen que Pellegrino estuvo a un paso
de entrenar a Estudiantes de La Plata. En ese momento se hallaba en
Valencia, atendiendo asuntos personales. Tras varias reuniones con
Braulio Vázquez, director deportivo blanquinegro, donde conversaron de
fútbol al abrigo de un café, el club de Mestalla decidió contratar al
argentino.
Antes había estado en la agenda de su amigo Ayala,
director deportivo de Racing, para sustituir a Basile. «Yo lo presenté
en mi lista, al final fue la directiva la que decidió la contratación
del entrenador. Tiene el perfil para cuajar en el Valencia, ahora el
tiempo dirá si triunfa», comenta Fabián sobre quien fue su compañero en
el eje defensivo del equipo del doblete. «Sabe que la salud de los
clubes se mide por las canteras. Si ve a un chico que pueda aportar lo
que necesita, no le temblará el pulso».
«Tiene capacidad para
dirigir al Valencia. Es una excelente oportunidad para demostrar la
calidad. No es lo mismo ser primero que segundo técnico, pero tiene
potencial y la experiencia la irá adquiriendo con el tiempo». Palabras
de Rafa Benítez, el entrenador fetiche que vio en Pellegrino esa
capacidad para preparar un equipo profesional. Cuando el argentino colgó
las botas, confió en él y lo tuvo como ayudante en el Líverpool e
Inter.
«Mauricio siempre ha estado a las órdenes de los técnicos
más reputados y ha sido el segundo de un profesional como Benítez.
Entiendo las dudas y que se considere un riesgo, pero quienes lo
conocemos, lo atenuamos», comenta Alfonso Fernández, ejecutivo y amigo
personal de Pellegrino. «Destacaría su dedicación y su talento. Conoce a
la perfección el club y su gestión en la austeridad. Avala y admira el
trabajo de Emery».
Imposible no quererlo
Alfonso
considera que Mauricio es desconfiado... hasta que está cómodo. «Es el
amenizador del grupo. Cuando tienes amistad con él, resulta imposible no
quererlo. Lo definiría como un hombre educado, culto, sarcástico y
burlón». Para ello cuenta que un día, tras una pachanga, se lo llevó a
un córner a estirar. «Yo creía que había hecho un partidazo y él me
dijo: ‘¡Escucháme! ¿Vos que nota se pondría hoy’».
Lo mismo dirían
sus amigos de Leones. Porque Mauricio Pellegrino ha pasado cerca de dos
décadas lejos de casa, pero jamás ha olvidado sus raíces. «Cuando tenía
dos días libres, venía aunque no pudiera descansar. Conserva vivienda
acá», relata su hermana Laura.
Pellegrino se deleita con un asado,
como buen argentino. Aunque también exporta la comida típica valenciana
al otro lado del Atlántico. «Le gusta reunirnos a toda la familia en su
casa, pero cuando está por acá también va con sus amigos al campo. Les
ha enseñado a hacer paella y la cocinan todos juntos».
Se quedó
prendado del mayor icono de la gastronomía valenciana. «Mi hija vivió
allá y le estoy agradecido de cómo la ayudó. Cuando fui a visitarla, nos
llevaba a comer paella de pollo y conejo», rememora Bernardo Bécquer.
Esta
es otra de las cualidades que han esculpido la personalidad de
Pellegrino: su solidaridad. Ese compañerismo que le llevó a adoctrinar a
David Navarro en el túnel de San Mamés sobre cómo marcar a Urzáiz. El
argentino preparó ese partido a conciencia, pero Benítez alineó al
valenciano. Esos mismos valores le empujan a llenar bolsas deportivas
para apoyar a los chavales que quieren jugar a fútbol. En reconocimiento
a ello, hay dos canchas argentinas que llevan el nombre de Mauricio
Pellegrino.
Quienes le conocen destacan antes de su debut que el
Flaco será un entrenador meticuloso, tácticamente «muy pesado», amante
de la preparación física, de la buena alimentación y del preciso
descanso. Pero también del ‘fair play’. Un hombre que mediará en los
conflictos y apartará del equipo todo lo que pueda incomodarle. Si es
así, justo lo que el Valencia necesita.
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