martes, 5 de junio de 2012

valencia cf El sueño del niño campesino que se enamoró de una pelota

MOISÉS RODRÍGUEZ | .-
Ya hace horas que ha oscurecido en Leones, pequeña localidad de la provincia de Córdoba. Remigio decide no esperar más. No es que esté preocupado, porque sabe de sobra dónde está su hijo y a qué dedica su tiempo ese jovenzuelo espigado. Poco más tarde, pasada ya la medianoche, está de vuelta con Mauricio, que en el camino hacia casa no ha dejado de hablar sobre fútbol.
Remigio recuerda aquellos episodios con media sonrisa llena de nostalgia, pero también de orgullo. Porque Remigio es el padre del Flaco, de Mauricio Pellegrino, de ese chico de campo que emigró sin parpadear a la ciudad para convertirse en zaguero de Vélez, cruzó el charco para triunfar en el Valencia y ahora vuelve a atravesar el Atlántico en busca de fortuna, esta vez como entrenador.
Con tanto trasiego, el Flaco ha pasado poco tiempo en su Leones natal, pero no olvida los orígenes. Sus inicios en el modesto Club Sarmiento. «Empezó a jugar con los chicos a la pelota en la calle. En mis tiempos eso era impensable, porque no teníamos ni para una pelota. Yo hubiera sido mejor que él», bromea Remigio Pellegrino con el sano orgullo de un padre.
Ese padre al que un día le tembló el pulso. Titubeó unos instantes, unos segundos en los que la vida de Mauricio pudo cambiar para siempre. «Vino un dirigente de Vélez a buscarlo y yo no quería dejarlo marchar. Era un chico criado en el campo. ¿Cómo iba a desenvolverse en la ciudad?» Remigio y su mujer, Silda Bonifacia, han vivido toda la vida de la ganadería y la agricultura. Han criado cerdos y han cultivado maíz, trigo –Leones es conocido como la capital argentina de este cereal– y soja. En este entorno rural educaron a sus tres hijos, a Laura, Maximiliano (actual futbolista de Colón de Santa Fe) y Mauricio.
Carlos es uno de los mejores amigos de Mauricio. Jugaban a fútbol y compartían cuadernos en los que ya hacían anotaciones sobre Educación Física. Pero Mauricio empezó a escribir su propia historia a los 16 años. Aquel día en que su padre dudó y el dirigente hizo una promesa a la familia Pellegrino. «No se preocupen. Va a vivir en la Pensión de Vélez Sársfield».
Mauricio hizo las maletas y se marchó a Buenos Aires. No olvidará jamás sus orígenes rurales. Quizá por ello años después, en el Valencia, haría buenas migas con Pablo Aimar, oriundo de la misma zona. Y antes, en Vélez, en esa residencia de futuros valores, conocería a Carlos Compagnucci.
«Enseguida hizo amigos y por ello no tardó en adaptarse», comenta Bernardo Bécquer, exgerente de la Pensión de Vélez, cuando se le pregunta sobre Pellegrino. «Es una brillante persona, inteligente, responsable, un hombre de familia. Pienso que va a triunfar. Se pasa el día mirando fútbol. Aquí se sienta entre la gente en la grada y se abstrae, se concentra en el partido».
Los mayores éxitos del Pellegrino futbolista se escribirían en Mestalla. Pero su primera aparición en Buenos Aires permanece indeleble en la mente de Remigio. «Saltó a la cancha y Ricardo Gareca, actual director técnico (entrenador) de Vélez le tocó la cabeza. Veinte minutos después, escuché a alguien que comentaba en la grada: ‘¡Miren a Mauricio, es figura!’ Su debut es sin duda el recuerdo más bonito que tengo sobre su trayectoria».
Pasados los 40 y después una carrera futbolística aderezada con 15 títulos, Mauricio sigue siendo la misma persona. Incluso conserva la misma figura (alto y delgado) que le convirtió en defensa central a pesar de sus inicios como mediapunta en el Club Sarmiento. «Cuando viene de visita, sale a correr una hora cada día», comenta su padre.
El deporte es una de las bases del estilo de vida de Mauricio Pellegrino. Al ‘running’ hay que añadir las pachangas, partiditos con los amigos en los que participa, resida en su Leones natal, Buenos Aires o Valencia. Eso sí, intenta no jugar de defensa. También es aficionado al pádel y anda en bicicleta.
De hecho, este es su vehículo siempre que la distancia se lo permite. En L’Eliana desean que su andadura por el Valencia sea exitosa como gratitud a unos meses inolvidables. «Fue un honor contar con él. Si yo veía cinco cosas, él percibía quince», comenta Juan Ramón Jimena, coordinador de la escuela de fútbol de este municipio. «Trabajó en la tecnificación y su aportación ha sido decisiva en los éxitos que hemos conseguido en los últimos años. Hacía equipo».
Juan Ramón ve en Pellegrino la capacidad de adaptarse. De dar la vuelta a una situación adversa. «Teníamos un chico británico que había llegado a l’Eliana hacía poco tiempo. Le costaba adaptarse por el idioma. Él aprovechó esto para que el resto de chavales aprendiesen en inglés palabras del argot futbolístico, como bascular o repliegue».
Siempre con un libro
En casa estudia cualquier estadística. Por insignificante que parezca, la tiene en cuenta. Usa su portátil y las bases de datos más sofisticadas. Pero en el pasto, como llama él al césped, le basta con un trozo de folio reciclado para realizar sus explicaciones. Mauricio Pellegrino es puntual. Muy puntual. Llegaba al polideportivo de l’Eliana un cuarto de hora antes de lo fijado. Siempre en su bicicleta y con un libro bajo el brazo, habitualmente de fútbol o algún tema relacionado con la preparación física.
Pero también lee sobre otros temas. Cualquiera que intercambie unas palabras con él adivina que en ese argentino aparentemente serio reside una persona culta, atenta a su entorno. Por eso dicen sus amigos que prefiere no consumir novelas, sino textos de periodistas y analistas, principalmente los especializados en política.
«Ha leído a Jorge Lanata, un analista de política en Argentina. Creo que el último fue ‘El Dueño’ (una biografía de Néstor Kirchner), del periodista Luis Majul», rememora Laura, su hermana. También amante del celuloide, Mauricio acudió a numerosas sesiones del cine de verano mientras residió en l’Eliana. «Tiene los gustos de toda persona introvertida: leer y escuchar música», comenta Bernardo Bécquer.
Y los gustos de Pellegrino no pueden ser más diversos. «Recuerdo que escuchaba rock duro. ‘Europe’ y grupos por el estilo. Pero también se deleita con un recital de Serrat o con música popular», precisa Laura. Viene de familia. «Mi padre entiende el deporte como un arte y él fue futbolista. El gusto por la música le viene de mi madre. Le he visto con una guitarra, pero no sé si era para tocarla o para guardarla en un armario», bromea.
Igual era para atesorarla como reliquia porque si por algo siente pasión Mauricio Pellegrino es por las cosas antiguas. «Un día vino de Buenos Aires a Leones con un coche muy viejo que había comprado. Mi padre le preguntó que para qué lo quería, pero él paseaba con él por la ciudad, todo orgulloso». La hermana del nuevo entrenador del Valencia también se vio sorprendida un día en que este le preguntó: «Laura, ¿de dónde has sacado ese cofre tan bello?» Era un vetusto arcón de madera restaurado.
Ese gusto por lo antiguo no se traduce en un aislamiento del entorno. A Mauricio Pellegrino le interesa lo que ocurre en el mundo y, sobre todo, tanto en el lugar donde vive como en Leones. «Siempre está al tanto de cómo van las cosas por acá. Y se conoce los nombres de todos los periodistas, los lee a todos», subraya Laura.
Mauricio compra la prensa a diario, y si no la consulta a través de internet. Esta es una herramienta vital para un hombre absolutamente dedicado a su profesión. Ve partidos de fútbol en directo, por la televisión y a través de la red. «Cuando nos reunimos a comer asado, él siempre anima la mesa. Cuenta anécdotas que en su día pudieron considerarse malos momentos, pero ahora nos reímos», comenta el exfutbolista Fabián Ayala.
Dicen que Pellegrino estuvo a un paso de entrenar a Estudiantes de La Plata. En ese momento se hallaba en Valencia, atendiendo asuntos personales. Tras varias reuniones con Braulio Vázquez, director deportivo blanquinegro, donde conversaron de fútbol al abrigo de un café, el club de Mestalla decidió contratar al argentino.
Antes había estado en la agenda de su amigo Ayala, director deportivo de Racing, para sustituir a Basile. «Yo lo presenté en mi lista, al final fue la directiva la que decidió la contratación del entrenador. Tiene el perfil para cuajar en el Valencia, ahora el tiempo dirá si triunfa», comenta Fabián sobre quien fue su compañero en el eje defensivo del equipo del doblete. «Sabe que la salud de los clubes se mide por las canteras. Si ve a un chico que pueda aportar lo que necesita, no le temblará el pulso».
«Tiene capacidad para dirigir al Valencia. Es una excelente oportunidad para demostrar la calidad. No es lo mismo ser primero que segundo técnico, pero tiene potencial y la experiencia la irá adquiriendo con el tiempo». Palabras de Rafa Benítez, el entrenador fetiche que vio en Pellegrino esa capacidad para preparar un equipo profesional. Cuando el argentino colgó las botas, confió en él y lo tuvo como ayudante en el Líverpool e Inter.
«Mauricio siempre ha estado a las órdenes de los técnicos más reputados y ha sido el segundo de un profesional como Benítez. Entiendo las dudas y que se considere un riesgo, pero quienes lo conocemos, lo atenuamos», comenta Alfonso Fernández, ejecutivo y amigo personal de Pellegrino. «Destacaría su dedicación y su talento. Conoce a la perfección el club y su gestión en la austeridad. Avala y admira el trabajo de Emery».
Imposible no quererlo
Alfonso considera que Mauricio es desconfiado... hasta que está cómodo. «Es el amenizador del grupo. Cuando tienes amistad con él, resulta imposible no quererlo. Lo definiría como un hombre educado, culto, sarcástico y burlón». Para ello cuenta que un día, tras una pachanga, se lo llevó a un córner a estirar. «Yo creía que había hecho un partidazo y él me dijo: ‘¡Escucháme! ¿Vos que nota se pondría hoy’».
Lo mismo dirían sus amigos de Leones. Porque Mauricio Pellegrino ha pasado cerca de dos décadas lejos de casa, pero jamás ha olvidado sus raíces. «Cuando tenía dos días libres, venía aunque no pudiera descansar. Conserva vivienda acá», relata su hermana Laura.
Pellegrino se deleita con un asado, como buen argentino. Aunque también exporta la comida típica valenciana al otro lado del Atlántico. «Le gusta reunirnos a toda la familia en su casa, pero cuando está por acá también va con sus amigos al campo. Les ha enseñado a hacer paella y la cocinan todos juntos».
Se quedó prendado del mayor icono de la gastronomía valenciana. «Mi hija vivió allá y le estoy agradecido de cómo la ayudó. Cuando fui a visitarla, nos llevaba a comer paella de pollo y conejo», rememora Bernardo Bécquer.
Esta es otra de las cualidades que han esculpido la personalidad de Pellegrino: su solidaridad. Ese compañerismo que le llevó a adoctrinar a David Navarro en el túnel de San Mamés sobre cómo marcar a Urzáiz. El argentino preparó ese partido a conciencia, pero Benítez alineó al valenciano. Esos mismos valores le empujan a llenar bolsas deportivas para apoyar a los chavales que quieren jugar a fútbol. En reconocimiento a ello, hay dos canchas argentinas que llevan el nombre de Mauricio Pellegrino.
Quienes le conocen destacan antes de su debut que el Flaco será un entrenador meticuloso, tácticamente «muy pesado», amante de la preparación física, de la buena alimentación y del preciso descanso. Pero también del ‘fair play’. Un hombre que mediará en los conflictos y apartará del equipo todo lo que pueda incomodarle. Si es así, justo lo que el Valencia necesita.

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