Momentos en que jóvenes policías retiran al espectador cordobés, a
minutos de iniciado el partido. Perdiendo el derecho a disfrutar de un
espectáculo deportivo. Sin fanatismo y simpatía alguna por los equipos
enfrentados
¡Dudé bastante!... antes de escribir estas líneas, pero finalmente
quiero con esto defender el derecho del ciudadano a transitar en la vía
pública y por la Argentina, como lo respalda y garantiza la Constitución
de mi país. Y sobre todo, el uso del sentido común hacia nuestros
semejantes.
A minutos del inicio del partido del pasado domingo 31 de marzo,
ubicado junto al alambrado detrás del arco y a mis espaldas, una tribuna
colmada de personas viendo el partido en la cancha (Plaza Ocampo) y
disfrutando de Alumni- Racing, se me acerca una mujer policía y me
pregunta de dónde soy, le contesto con la verdad, soy de Córdoba
capital, tras lo cual me toma del brazo y me conduce hacia afuera de la
cancha. Por supuesto tratando de no entender razones, justificaciones
fehacientes de mi parte. Realmente una actitud potenciada en la
intransigencia.
Una vez afuera de la cancha, varios policías, jóvenes, entre ellos uno
manifestó ser cabo… Al nombre no lo recuerdo y tampoco deseo denunciar a
la persona, pero sí sobre el accionar de la fuerza, que me preocupa
sobre todo la vehemencia en el trato, que parece desmedida. Descuento
que será producto del adoctrinamiento en la fuerza, tal vez imitando a
quién sabe qué task force de alguna serie policial tan truculenta en
estos días.
Los jóvenes policías me ubicaron en la vereda de enfrente al estadio
con otros integrantes, aparentemente “hinchas” de la Academia cordobesa.
Durante la espera, con testigos que acreditaban mi permanencia en Villa
María y haciendo oídos sordos a justificaciones de un compañero de
trabajo villamariense, que ocasionalmente transitaba por allí, y que
también pidió clemencia hacia mí, por supuesto tampoco fue escuchado. Y
desconociendo la Cédula Federal, carné de prensa, tarjeta de sindicato y
obra social de prensa, carné de trabajo en un diario de la cuidad de
Córdoba y el relato que hacía varios días que estaba hospedado en un
conocido hotel
cercano a mi trabajo (asesoría y capacitación para este matutino),
corrí la suerte de los hinchas, que los subieron al patrullero y se los
llevaron a la Comisaría.
Evaluando la situación y ante la frustración de no poder disfrutar el
espectáculo deportivo y considerando una pérdida de tiempo seguir allí
junto a mis captores y dejando en claro que todo estaba tranquilo y que
lograron su objetivo de sacarme de la cancha, decido retirarme del lugar
y continuar mi vida.
Mi sorpresa fue que, al dar el primer paso para retirarme, me retiene
del brazo el “cabo…. ¿?” al cual se sumaron otros policías.
¿Me había convertido en un delincuente armado…? A pesar de que mis
manos estaban vacías. Menos se escuchaban razones, sentido común, la
tolerancia totalmente ausente, estábamos al límite de la sinrazón.
Sorprendido por la actitud de no permitirme transitar por la vía
pública, seguí esperando con tono más elevado de voz, ante lo cual me
doy cuenta de que querían incriminarme y hacerme salir de mi juicio. A
mis 55 años, lo pensé mejor.
Pero no terminó allí mi sorpresa, cuando llegó el móvil para llevarme a
una averiguación de antecedentes (a esa hora hasta el choripanero ya
sabía quién era y lo que hacía allí, menos la imprudencia y atropello de
jóvenes de carrera), ellos, jóvenes policías, denunciaron mi accionar
como resistencia a la autoridad a los conductores del móvil, a esa
altura, rodeado por seis policías y con la puerta abierta me dicen de
forma firme y amable: ¡va con nosotros o lo llevamos!
Sólo me quedaba recibir el golpe de un bastón de goma para introducirme
dentro del móvil. Allí y sabiéndome rodeado, me dije: “Esto seguro que
terminará en un ACV y seguro los gastos por la salud y el mal momento no
serían reconocidos por nadie”. Subí al patrullero y terminé junto al
calabozo esperando que averigüen lo que mis carnés y Cédula Federal
acreditaban. Empezó el cuestionario de rigor. Se acercó un subcomisario
que estaba a cargo de la Comisaría, que tuvo clemencia de los años que
llevo encima y pidió autorización a un superior por celular, lo que fue
aprobado y charlando con él finalmente nos enteramos de que éramos
vecinos pues habitamos el mismo barrio en la ciudad de Córdoba.
Finalmente decido regresar a la cancha a contemplar el resto del
partido. Sólo pude ver uno de los cuatro goles convertidos en la
jornada, o sea, que me arruinaron el espectáculo. Al terminar el partido
y al retirarse la gente, veo en la tribuna destinada a la hinchada
visitante sólo a ocho hinchas racinguistas vestidos con los colores y
camisetas de su club y coreando intensamente a viva voz el triunfo de su
equipo.
Y… justo allí, me pregunté, esos nóveles policías no habrán estado del
lado equivocado y allí hacer valer lo que aprendieron de un
adoctrinamiento de la fuerza. Pero realmente me retiré preocupado
porque, sin sentido común y respeto, nunca tendremos un mejor futuro.
Gracias por dejarme expresar en su matutino la vivencia y espero que
alguien haga algo por la tolerancia y la convivencia, sobre todo a
jóvenes de carrera.
* Luis Yong es un destacado diseñador gráfico de la provincia, con una
trayectoria intachable en medios de todo el país. Cada mes viene a la
ciudad para realizar durante algunos días tareas en nuestro matutino y
el domingo, para distenderse, sólo quiso asistir a Plaza Ocampo para ver
un partido de fútbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario