sábado, 23 de julio de 2011

ENTREVISTA Kempes: «Nosotros no éramos jugadores del pueblo, jugábamos para la gente»

Messi debe de llegar a la habitación del hotel y sentir que se debe a él mismo un gol. En el Mundial, ninguno, en la Copa América, ninguno»

Día 23/07/2011 - 05.35h
Kempes: «Nosotros no éramos jugadores del pueblo, jugábamos para la gente»
Hubo un tiempo en que los niños jugaban a ser Kempes. Algunos incluso desafiaban a la época y se dejaban el pelo largo para emularlo. Ninguno lo consiguió. Campeón del Mundo con Argentina en 1978, Mario Alberto Kempes (Bell Ville, Córdoba, 1954), trabaja ahora para la ESPN en Estados Unidos, y puede presumir de que el mejor estadio de Argentina lleve su nombre. Desde el pasado mes de Junio, el Chateau Carreras es el Kempes. “Un orgullo”, dice modestamente.
La cita tiene lugar en el comedor del hotel Sheraton, en Córdoba. Pide un café solo y apenas toca los dulces que acompañan el desayuno. Tiene poco tiempo, ya que quiere aprovechar para ir a su Bell Ville natal, a 200 km de Córdoba, pero se siente cómodo y la charla se alarga lo suficiente como para que el apetito vuelva a aparecer en forma de almuerzo.
—A partir de ahora, siempre será así (señalamos una foto con el nuevo nombre del estadio)
—Es un gran reconocimiento. No solamente a mí, sino a todos los sitios donde he estado, que me han ayudado a conseguir esto. A la selección, con la que salimos campeones del mundo por primera vez, y a los compañeros, que si no hubiera sido por ellos, mi nombre no estaría ahí arriba.
—Supongo que lo más bonito es el reconocimiento personal a su comportamiento y trayectoria…
—Eso es lo más difícil de conservar, porque uno es jugador de fútbol, parece que no le importa nada, y al final tiene que tener un comportamiento mejor fuera de la cancha que dentro. Cuando llevas los pantalones cortos puestos debes tener respeto a la gente, al hincha, y cuando te pones los largos, al niño que te pide una foto, al aficionado que charla contigo.
—Y ese respeto, ¿ha cambiado en el jugador de hoy en día?
—Eso no importa. Cada uno es como es. Puedes ser el mejor jugador del mundo, y ser una mala persona, y puedes ser un desastre como jugador y una persona fenomenal. También, tenga en cuenta que antes había cuatro periodistas, y ahora hay mil. Antes, te veían tomando un whisky y se tomaban uno contigo. No había problema. Ahora es distinto.
—Hace poco cumplió años, ¿es de los que le gusta mirar hacía atrás?
—No, pero me lo recuerdan cada cuatro años…(risas). Me recuerdan lo de Perú, lo de la final ante Holanda…
—Y usted, ¿qué recuerda?
Yo, la gente. El espectáculo, el sacrificio de todos, ¿qué estaban los militares? Cómo si no hubiera habido nadie. Nosotros jugábamos al fútbol, y la política, de la que yo no entiendo nada, no conviene mezclarla con el deporte. Nunca ha estado bien relacionado. Es como el tema de las Malvinas. Nosotros no sabíamos nada. Después se sabe todo, pero ya era tarde, ya se había jugado.
—El Flaco Menotti decía: jueguen para la gente…
—No somos jugadores del pueblo, jugamos para la gente, que no tiene nada que ver. Cada uno juega como ha jugado siempre, y la gente se merece el respeto, porque hacen un sacrificio de comprar una entrada, y tú le tienes que dar la misma satisfacción al que pagó 60 pesos, 500, o al que está en casa escuchando por la radio. Eso lo teníamos claro todos.
—¿Ese sentimiento de jugar para la gente se ha perdido en el fútbol de ahora?
—No, las canchas están todas llenas. Hay que tener en cuenta que uno está jugando al fútbol por méritos propios. Que pueda ser buena o mala persona no significa nada, pero un jugador lo que no puede es ser egoísta pensando en que si la cancha está llena voy a jugar bien, y si está medio vacía me voy a dar una vuelta. Hay partidos que no te salen bien, pero el respeto por la gente no se debería perder.
—¿Dónde se ha visto al mejor Kempes?
—Jugando al fútbol te puede ir bien, mal, o regular. En el 78 venía de hacer una gran temporada en el Valencia donde salí goleador, y aunque los tres primeros partidos del Mundial fueron malos, yo no perdí mi forma de jugar. Seguí siendo el mismo Kempes.
—La memoria muchas veces selecciona imágenes que se quedan para siempre. Cuando cierras los ojos, ¿qué le viene a la mente? ¿Central, sus inicios en Instituto, la selección?
—Me mataste. ¡Cuando cierro los ojos duermo!…(risas). No es que me venga una imagen. Cuando hablamos de Córdoba me viene a la mente el comienzo, la gente…Después en Rosario fue diferente, porque con Central estaba jugando siempre el campeonato grande, y con Instituto tenías que luchar para llegar ahí. Y después el paso a Valencia, Europa, algo desconocido, que se sabía que jugaban al fútbol, pero no te enterabas de casi nada. Aquí en Argentina no se enteraban ni de si hacías un gol.
—¿Le ayudó haber sido dirigido por Di Stéfano?
—¡Yo ya había salido goleador antes!
—¿Cuál fue el mejor técnico que tuvo?
—Todos fueron buenos técnicos. No tuve problemas ni me peleé con ninguno. De cada uno se saca lo mejor, y ellos hacen lo propio contigo. Siempre vas a tener que hacer lo que te dice el técnico. Tienes que hacer el noventa por ciento de lo tuyo, y luego el diez para el equipo. Si eres delantero, eres goleador, y no vas a tomar la pelota en tu arco y llevarlo al otro. Eso sólo lo hacía Alfredo. Ahí está la viveza del técnico. Que aportes para el equipo, pero que seas tu mismo. Por eso te ficharon.
—¿Agüero, Messi e Higuaín se pueden comparar con Bertoni, Kempes y Luque?
—Sí, en que defendíamos los mismos colores. Yo creo que el funcionamiento puede ser diferente, pero el objetivo es el mismo. Son formas distintas de jugar. Ellos son delanteros. En mi época, era Bertoni por la derecha o por la izquierda, Luque de nueve, y yo llegando desde atrás. Messi, ahora arranca desde atrás para llegar, pero ha tenido la desgracia de no poder haber hecho goles…
—Usted, al igual que Messi, no empezó bien en el Mundial, ¿tuvo que ver que el partido ante Polonia se jugara en Rosario?
—La historia dice que sí. Todo puede ser, todo influye, pero lo bueno de esto es que empecé. No a ser yo, ya que no había dejado de serlo, pero es un cosquilleo, que te da en la panza, que tu piensas, me trajeron para hacer goles, ¡ya hice uno! Pero nunca se me cruzó por la cabeza que no iba a hacerlos. Si no los hago, ayudo al equipo y ya está, me decía.
—Ese cosquilleo que dice, ¿qué jugadores se lo producen hoy en día?
—Uno sabe lo que está pasando dentro de la cancha. Fíjate Messi. En el Mundial, ningún gol. En la Copa, ningún gol. En los eventos puntuales no anda… Messi debe llegar a la habitación del hotel y quizá él siente que se debe a él mismo un gol.
—¿Y qué genera eso?
—Lo importante es no bajar los brazos. Pero sientes impotencia. El querer y no poder, intentarlo y que no salgan las cosas. Incluso cuando te sale un gran partido, sin gol falta la guinda.
—¿Le molesta que se cuestione a Messi en Argentina?
—Molesta. Molesta porque no es ese jugador que te va a decir no vengo porque estoy cansado. Él va a venir siempre. Puteándolo o no, el va a venir siempre, y eso es lo que lleva a la larga que va a triunfar en la selección. Al pibe le afecta, pero estamos hablando del mejor jugador del mundo, y la gente no sabe que estos chicos debían estar de vacaciones, y ¡están viniendo a jugar por su país!
—Usted decía en los ochenta, que “veía fútbol la gente de fútbol”, que “el fútbol no era un producto masivo, y que el que iba a la cancha era un tipo entendido”. Hoy de fútbol hablan todos ¿cree que hay un seguimiento mediático erróneo?
—Puede ser. La gente al final juzga a los jugadores. Por ejemplo, a algunos no les salen las cosas, e intentan de alguna manera tapar su mal funcionamiento en lo ofensivo, para trabajar en lo defensivo. Y hay otros que en vez de bajar y luchar, tratan de pedir la pelota para ir hacia arriba. Y la gente, más va a putear al que lo intenta, que al que se esconde, y cambia el rol. Yo he jugado muchos partidos en los que me han marcado bien y no he podido jugar, y no intentaba demasiado ir hacia atrás. Porque por ahí bajaba, tiraban un pelotazo arriba, y podían decir, ¿este hijo de puta dónde está? Y, no puedes estar en los dos sitios. Por eso hay algunos, que quieren comprar con otra actitud eso.
—¿Hay entonces, un público que ve fútbol más mediatizado que otro?
—Hay gente que ve fútbol y lo interpreta como quiere. Hay gente que ve un partido y sabe un poquito, y luego está el que sabe todo, el que sería técnico y que casi siempre dice las cosas a posteriori.
—¿Qué jugadores de los que ve en el campo, le recuerdan a usted?
—Ninguno.
—¿En serio?
—Ninguno. Porque si te hablo de goleadores, yo fui goleador, pero a comparación de ellos, yo no jugaba de nueve. Si te hablo de armador, de diez, ahora no son goleadores, y yo sí era goleador. Yo tenía una función muy rara, era un goleador atípico.
—¿Un nueve y medio, entonces?
—Mejor un diez y medio…(risas). Yo tenía que tener la pelota constantemente, jugar con espacios…
—Y sentirse el líder…
—No. El don de liderazgo te lo da un grito. Y el grito puede servir para que tu compañero reaccione, o para hundirle más en la miseria. Imagínate, si encima que le sale mal, tu le pegas un grito pensando que le vas a dar ánimos, quizá le hundís más.
—Quizá por eso es un error pedirle a Messi ese grito que no va a dar…
—Claro. Pueden gritar Milito, Cambiasso, Burdisso…, pero claro, depende de la interpretación que se de. Para mí, lo mejor es pegar un grito, pero depende a quién se lo dices, y cómo se lo dices.
—Respecto a la selección, ¿por qué crees que con los jugadores que hay no se consigue nada?
—Llevan dos años y pico jugando juntos y no se encuentra el equipo, esa columna vertebral que es necesaria. Tenemos varios de los mejores jugadores del mundo, que juegan en las mejores ligas del mundo, y llegan aquí, se ponen la camiseta y a veces no pueden ni dar dos pases seguidos.
—¿El paso del tiempo da más valor a lo conseguido en el 78 y el 86?
—Salir campeón no es fácil. Nosotros agarramos una época que encontró la selección a un grupo de jugadores jóvenes que tenían mucha hambre de fútbol. Además todos estaban jugando aquí en Argentina, y Menotti pudo trabajar con ellos tres meses antes.
—Recuerdo aquellos amistosos en la cancha de Boca…
—¡Un año antes! Todo eso te da la posibilidad de conocer a los compañeros, crecer…Pero eso no quita que durante este mes no hayan tenido tiempo para trabajar. Yo creo que para muchos, un mes es poco, y para otros, es un tiempo relativamente respetable porque vienen de jugar en Europa hace poco.
—Entonces, ¿fundamental la preparación?
—El trabajo. El rodaje lo tienen. Es el trabajo de campo. Tienes que tener entrenadores específicos; en jugadas, defensivamente, y con el balón. Ése es el trabajo que hay que hacer, pero quizá a los muchachos no les gusta ese trabajo. Vienen de hacerlo toda la temporada y cansa, pero ese trabajo continuo, hace que luego juegues con los ojos cerrados, algo que en una selección es más jodido, como se ha demostrado.
—¿Se puede hacer una comparación de esta selección con la del 82?
—¿En qué sentido?
—Por la decepción digo..
—Lo que pasa es que esa selección era mejor que la del 78, pero no nos concentramos ni la mitad. Es decir, en el 78 sólo salimos una media tarde después del partido de Francia, el que quiso salir, el que no se quedó en el hotel. ¡Y nada más! Y después en Rosario, estábamos totalmente concentrados; fútbol, fútbol, entrenamientos…Pero en España no. Estábamos al lado del Mediterráneo, en Villajoyosa, y las mujeres en un hotel al lado. Terminábamos de entrenar, y nos dejaban ir un rato a la playa. Pero no a bañarte, sino a pasar el rato con la familia. Tomabas una cervecita, un vinito con la familia…picoteabas algo. Y en Buenos Aires ni picoteabas. Por tarde igual. Terminabas el entrenamiento, y te juntabas otra vez. No es que hiciéramos nada malo, pero el argentino no está acostumbrado a eso. En José de Paz era más cerrado, más estricto. No es que fuera una joda, pero en España no era la misma comunicación entre los jugadores. Imagínate, en pleno Julio, con el calor que hacía, la playa al lado…Nos equivocamos.
—¿No le apetece volver al fútbol como técnico?
—Yo creo que el periodista es un técnico. Sin haber estudiado eso, lo es. Como yo, que soy técnico y trabajo como periodista. Ahora es más común que un deportista vaya a comentar, pero lo que pasa es que el periodista puede saber un montón, pero nunca convivió en un vestuario, o en una concentración. Porque, por ejemplo, puede ser que un jugador que ha dormido como un angelito se levante y haga un mal partido, y otro que no pudo dormir, que se levantó con unas ojeras tremendas, la rompa y meta dos goles, por eso hay que saber ciertos códigos.
—¿Y no le interesa valorar eso desde dentro?
—Si me llama un equipo, me lo plantearía. No es una etapa cerrada, aunque de fuera se ven mejor los toros que desde dentro. Ahora el fútbol ha cambiado mucho. El juego ahora es mucho más rápido. Los esquemas…todo. Antes todo el mundo jugaba con un 4-3-3. Olvídate de 4-2-3-1, y 4-4-2. Todos sabían su rol, y corrían.
—Como diría Menotti, ‘El inodoro en el baño, y la mesa en la cocina..”
Lo que pasa es que quizá antes no existía el carrilero. El cinco y el ocho eran los defensivos, el diez , o el zurdo, que siempre se ha diferenciado del derecho, el creativo. El cinco y el ocho tenían esa obligación, la de correr, y el siete y el once, arriba.
—¿Y el nueve?
—El nueve tenía que estar fresquito...(risas)
—¿Recuerda su etapa en Valencia?
—Fue muy bonita. Los primeros años fenomenales. Después ganamos la Copa del Rey, me jodí el hombro, y hasta el día de hoy. Aún hoy duermo de lado y se me sale, pero fue muy lindo.
—¿No le quedaron las ganas de ir a un grande?
—Sí. Pero, lo que pasa es que yo firmé antes de venir al Mundial por cuatro años más. Se la jugaron ellos y me la jugué yo, por mi viejo, y ya está, no hay que darle más vueltas. Hubo muchos equipos que vinieron, no me preguntes cuáles, que me querían, pero el presidente del Valencia, Ramos Costa, que era un padre para mí, decía hablando con mi viejo: “¿estás loco? ¿quieres que me maten aquí? ¿Ahora que tengo un jugador que salió campeón del mundo, quieres que te venda? Me matan”. El presidente era un genio. Se fundió por el Valencia.
—Eso ya no existe más…
—Me temo que no.

FUENTE ABC.esABC.esABC.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario